Hace unos días la Comisión Europea dictó una sentencia con la que pretende terminar con la batalla que mantenía con el gigante americano Microsoft debido a las supuestas prácticas monopolistas de la compañía de Bill Gates ha llegado a su fin tras una década de litigios. La vinculación obligada del navegador de Internet de Microsoft con el sistema operativo de la misma va a terminar de forma que los fabricantes de ordenadores podrán preinstalar en Europa navegadores rivales, tales como el Firefox de Mozilla o el Safari de Apple.
Microsoft lleva años haciendo frente a denuncias por prácticas monopolistas en contra de la libre competencia pero, ¿realmente esta empresa es o intenta ser un monopolio?. Primero deberíamos considerar lo que es un monopolio ya que el significado de este término puede llevare consigo ciertos matices dependiendo del entorno económico que se considere. En sectores como distribución alimentaria, por ejemplo, se puede considerar que a partir de una cuota de mercado superior al 40% estamos ante una clara posición dominante que otorga el suficiente poder de mercado para dictar condiciones a los clientes, fijar precios e incluso influir sobre la oferta y la demanda. La cuota de Microsoft va más allá de ese porcentaje, lo que le permite desarrollar determinadas estrategias que varios organismos reguladores nacionales e internacionales han considerado que vulneran la libre competencia. Los sistemas operativos de la compañía afincada en Redmon están presentes en el 95% de los ordenadores de todo el mundo, y estos sistemas operativos no van solos sino que les acompañan otros complementos tales como el Media Player o el propio Internet Explorer, formando un paquete que el usuario no tiene más remedio de aceptar como configuración de fábrica de sus equipos. Es decir, la empresa ha estado utilizando su posición en el mercado informático para posicionarse, no solamente como proveedor líder de sistemas operativos, sino que además le ha servido para aumentar su presencia en otros mercados. Por ello, el Tribunal de la UE ha entendido desde el principio de este tipo de prácticas que la empresa ha hecho uso de su posición dominante, perjudicando a los usuarios al someterlos a la utilización de sus propios productos poniendo todas las barreras posibles para que éstos pudieran integrar estos productos con programas libres o de la competencia.
A la luz de esta forma de actuar, Microsoft no sería un monopolio en el sentido estricto de la definición académica del término pero bien es cierto que se ha constituido en un lobby que intenta obtener ventajas legales que le permitan perpetuarse en su posición sin tener en cuenta los derechos de los consumidores a elegir entre las distintas opciones que les sean ofrecidas desde el propio mercado. Es cierto que ha sido un obstáculo para la libre competencia y más en un sector en el que la innovación procede tanto de los avances que se llevan a cabo desde la industria como de las necesidades que transmite un cliente cada vez más instruido y que gracias a las nuevas tecnologías conoce gran cantidad de productos, pero ¿qué empresa no tomaría ventaja de una situación así?. Es más, alguien puede considerar que incluir Internet Explorer junto al sistema operativo constituye una necesidad para Microsoft, ya que es una potente herramienta para navegar por internet y sin la cual Windows perdería muchos puntos frente a su competencia, principalmente frente a programas libres a los que el gigante informático ha intententado echar del mercado persiguiendo el software libre. Incluso numerosas administraciones públicas están eligiendo sistemas operativos libres frente a Windows ante lo que la compañía de Bill Gates amenaza a los fabricantes de equipos con retirarles las licencias de su software, política que también lleva a cabo Intel con sus microprocesadores y que le está acarreando con los organismos reguladores problemas similares a los que se enfrenta Microsoft.
En definitiva, a lo largo del tiempo siempre ha habido monopolios de facto en la informática tales como los de IBM y ahora Microsoft, Cisco, Intel. La intervención de los órganos reguladores como garantes de la protección de la libre competencia es importante para evitar abusos, pero más lo es todavía defender los intereses de los consumidores, potenciando la diversidad de productos. Además, si consideramos que un alto porcentaje del coste de un ordenador nuevo corresponde al sistema operativo y al software básico necesario para llevar a cabo las operaciones básicas con el equipo (edición de documentos, correo electrónico, etc.) nos encontramos con una situación en la que el principal perjudicado es el usuario por partida doble, al recibir una menor dosis de innovación debido a la menor competencia y porque la cantidad de dinero que tiene que pagar es mayor sin poder elegir las herramientas que traiga su máquina de serie. Una competencia libre es la mejor garantía de progreso tecnológico y de que dicho progreso revierta en una mejora del bienestar social.
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